En suma: si por realidad entendemos, como debemos entender, no sólo esa externa realidad de que nos habla la ciencia y la razón sino también ese mundo oscuro de nuestro propio espíritu (por lo demás, infinitamente más importante para la literatura que el otro), llegamos a la conclusión de que los escritores más realistas son los que en lugar de atender a la trivial descripción de trajes y costumbres describen los sentimientos, pasiones e ideas, los rincones del mundo inconsciente y subconsciente de sus personajes; actividad que no sólo implica el abandono del mundo externo sino que es la única que permite darle verdadera dimensión y alcance para el ser humano; ya que para el hombre sólo importa lo que entrañablemente se relaciona con su espíritu: aquel paisaje, aquellos seres, aquellas revoluciones que de una manera u otra ve, siente, y sufre desde su alma. Y así resulta que los grandes artistas "subjetivos", que no se propusieron la tonta tarea de describir el mundo externo, fueron los que más intensa y verdaderamente nos dejaron un cuadro o testimonio de él. En tanto que los mediocres costumbristas, que quizás los acusaban de limitarse a su propio yo, ni siquiera lograron lo que se proponían.
El escritor y sus fantasmas - Ernesto Sabato