sábado, 1 de agosto de 2009

Abadon, el exterminador

... Se habló de bendiciones y maldiciones, de exorcismos.
-Está bien - insistió el Dr. Arrambide, con su estereotipada expresión de sorpresa, que parecía como si siempre estuviese asistiendo a fenómenos asombrosos-, pero qué le pasó a esa norteamericana histérica?
-Cómo, te parece poco morirse asi?
-Bueno, bueno, todos nos moriremos, sin necesidad de brillantes malditos.
-Pero, no, idiota. Ella se murió misteriosamente.
-Misteriosamente? - preguntó el Dr. Arrambide, tomando otro sándwich.
-No te acabo de decir que la encontraron desnuda en el baño?
Y sin muestras de envenenamiento?
-Así que según vos la gente se muere vestida y con veneno.
-Vamos, dejate de una vez de hacer chistes fáciles, que el asunto es famoso y extrañísimo. No es todo extrañísimo?
-Todo? Qué es todo?
-No había veneno, no había rastros de alcohol, ni de píldoras tranquilizantes, ni signos de violencia. Te parece poco? Además, el primer hijo, muerto en un accidente en auto, después de la compra del brillante.
-Cuánto tiempo después - preguntó fríamente el doctor.
-Cuánto? Ocho años después.
-Caramba, al parecer el maleficio actuaba con bastante dejadez.
Y por qué atribuir ese accidente a la piedra? Aquí, en Buenos Aires, cada año mueren miles en accidentes de autos que no tienen el brillante Hope. Para no hablar de los pobres que ni siquiera tienen auto. Los que modestamente son atropellados por los autos de los demás.
Beba irradiaba furia. Eso no era todo!
-Qué más había?
-El marido fue internado en un sanatorio para enfermedades mentales.
-Mirá, Beba. Si mi mujer es capaz de gastar 2 millones de dólares en un brillante, que para colmo está maldecido, también a mí me llevan al manicomio. Y dicho sea de paso: un nombre bastante curioso para una piedra que sólo produce choques y ataques de esquizofrenia.
-Te sigo contando. La otra hija murió con pastillas para dormir.
-Pero si esa clase de muerte es casi la muerte natural en los Estados Unidos. Tan difundido como el base-ball.
Beba echaba chispas como las botellas de Leyden que han lleado al límite de su carga. Enumeró las calamidades, acarreadas antes por la piedra: el príncipe Kanitovitsky fue asesinado, el sultán Abdul Hamid perdió el trono y la favorita...
-Abdul cuánto? - preguntó como si el nombre completo fuera decisivo: uno de sus chistes.
Hamid. Abdul Hamid.
-Perdió qué?
-El trono y la favorita.
-Vamos, no agregués calamidades como si fueran demostrativas. Con perder el trono bastaba. La turca lo dejó por eso.

2 comentarios:

Pam de Pointe du Lac dijo...

Es un texto bastante extraño si no se está en el contexto.. Pero de todas formas el contexto no ayuda mucho.

Una de las últimas novelas de Sabato, creo que mas "Absoluta" y existencial que sus antecesoras.

Lo que rescato de esto, es el tipo de humor de "doctor". Tipicamente argentino. Una bendición.
Me recordó tanto a.. Sueños que se revelan a través de los sueños.. Realidades externas que poco a poco se interiorizan con la frialdad de la plata. Plata que quema. Que marca la piel.

Sr. Insomnio dijo...

Se ve bueno,disfruté lo q leí :P. Se me vino a la cabeza de inmediato eso q te dije de la medicina occidental, q todo tiene una explicación lógica y ke no hay nada más allá de carne y huesos.

Ojalá pueda pasar por mi blog, yap?

te kiero, y te extraño demasiado mi Pam.