Ella suspiró: Ay, mi sabio triste, te desapareces veinte años y sólo
vuelves para pedir imposibles. Recobró enseguida el dominio de su arte y
me ofreció una media docena de opciones deleitables, pero eso sí, todas
usadas. Le insistí que no, que debía ser doncella y para esa misma
noche. Ella preguntó alarmada: ¿Qué es lo que quieres probarte? Nada, le
contesté, lastimado donde más me dolía, sé muy bien lo que puedo y lo
que no puedo. Ella dijo impasible que los sabios lo saben todo, pero no
todo: Los únicos Virgos que van quedando en el mundo son ustedes los de
agosto. ¿Por qué no me lo encargaste con más tiempo? La inspiración no
avisa, le dije. Pero tal vez espera, dijo ella, siempre más resabida que
cualquier hombre, y me pidió aunque fueran dos días para escudriñar a
fondo el mercado. Yo le repliqué en serio que en un negocio como aquél, a
mi edad, cada hora es un año. Entonces no se puede, dijo ella sin la
mínima duda, pero no importa, así es más emocionante, qué carajo, te
llamo en una hora.
1 comentario:
Memoria de mis putas tristes - Gabriel García Marquez... Mucho más que realismo mágico.
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