Una Doncella danza en medio de la noche.
Sus blancos velos bailan al compás del viento.
Se escuchan voces que acompañan el rumor de sus cabellos.
Una dulzura inexplicable envuelve su rostro.
Unos ojos tan transparentes que es posible apreciar su alma.
Un alma tan pura e inocente, donde convergen los más lindos paisajes de suave eternidad.
Extraño ruido rompe la calma.
Sus pasos se detienen.
Y hasta su alma se agita de su eterno descanso.
Un brillante haz de luz le indica que algo ha pasado.
A poca distancia, ve un cuerpo envuelto en llamas.
Pero las llamas son etéreas y sólo ofrecen luminosidad a aquel cuerpo.
Con una curiosidad casi infantil, se acerca.
Y no puede contener su asombro.
Unas alas tan blancas como la nieve rodean al cuerpo.
Es un Ángel. Un Ángel caído.
Asombrada por la visión que este ángel le proporciona
No puede dejar de mirarlo.
Un extraño pero cálido e inusitado sentimiento
Florece en su pecho.
Aquel ser, hace que su corazón lata a un ritmo nunca antes sentido.
El Ángel comienza a moverse. Las llamas cesan.
Y abre los ojos.
Son de un azul tan intenso que la Doncella no puede contener una lágrima
Que baja lentamente por su mejilla.
El Ángel al notar esto, se incorpora y se acerca a la Doncella
Antes que la lagrima se pierda entre el viento
El Ángel la alcanza a recoger.
La Doncella se estremece al notar la frialdad
De la mano de aquel ser,
Pero el azul de sus ojos la hace olvidar.

- Todo desaparece a su alrededor -

La música deja de sonar en sus oídos.
Sólo están los dos.
Ella no puede dejar de mirar sus ojos, mientras él acaricia su mejilla.
La Doncella cierra los ojos,
Y se deja llevar a un lugar desconocido.
Confía en el Ángel. Él la protegerá.
Entregada a una suerte que jamás imaginó.
Envuelta por aquellas alas que borraron su temor.

Desterrada de su tierra.
Viaja solitaria la Doncella.
Triste suerte la que eligió.
Falsa realidad que expiró.
Dulce agonía que quedó.
Dulce agonía que quedó…