“… No estoy diciendo que se haga todo lo que le pase por su mente. No. Pero tampoco debe usted envenenar las ideas, reprimiéndolas y moralizando en torno a ellas, porque tienen su sentido. En vez de crucificarse uno mismo o de crucificar a otro, podemos beber del mismo cáliz, elevando nuestro ánimo y pensando en el misterio del sacrificio. También se puede, sin estas ceremonias, trabajar sobre los propios instintos, las llamadas tentaciones de la calle, con amor y respeto; entonces nos descubren su sentido porque todas tienen sentido. Cuando se le vuelva a ocurrir algo muy aberrante o pecaminoso, cuando le den ganas de matar a alguien o cometer alguna monstruosa aberración, piense un momento, Sinclair, que es Abraxas el que fantasea en su interior. El hombre a quien desea matar nunca es fulano o mengano; ésos son sólo disfraces. Cuando odiamos a un hombre, odiamos en su imagen algo que está dentro de nosotros mismos. Lo que no está dentro de nosotros mismos, nos deja indiferentes…”

Demian
H. Hesse